Durante 20 años pasó su vida en el barrio de San Marcos, se había aislado del mundo intelectual de aquel entonces, se olvidó de tener la vida que muchos de sus amigos y conocidos llevaron. Conoció a figuras como David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco Diego Rivera, Carlos Medina y Rufino Tamayo, tuvo buena relación con todos estos grandes precursores del arte en México, pero murió aislado del mundo, pintando y dibujando, haciendo aquello para lo que había nacido. Xochimilco en aquel entonces era un hermosos paraíso lacustre.
Para 1920, el año en que el pintor llega a residir a este lugar, Xochimilco ha descubierto ya su potencial turístico y se comienza con la construcción de los famosos embarcaderos, la reforestación del bosque de Nativitas y se funda el vivero de árboles. Los canales de Xochimilco aún dejan ver a través de sus aguas cristalinas, tal vez es en el reflejo de estas hermosas aguas donde Francisco Goitia se reconoce.
Las aguas transparentes de los canales permiten al pintor encontrar la belleza de lo cotidiano. Si nos ponemos a pensar un poco como era el Xochimilco de aquel entonces, pudiera ser que incluso nosotros mismos nos encontraríamos reflejados con tal transparencia que no quisiéramos abandonar nunca Xochimilco, tal como le pasó al pintor. Se perdió en su belleza y su simpleza, en la vida del campo, en sus especies endémicas, en sus miles de flores y chinampas, también en sus colores, sus fiestas y sus tradiciones.
Francisco Goitia se quedó con el abrazo caluroso de nuestros abuelos o bisabuelos, en el calor de un rico café de olla, de unos tlapiques de charal. Se dejó querer por el pueblo, en lo que muchos llaman pobreza, este artista reconoció la verdadera riqueza, aquella que se encuentra con los verdaderos amigos, la fe y la sencillez. Se dice que Goitia vivió y murió en la miseria, en una choza en un pueblo. Tal vez nosotros nunca entenderemos lo que la verdadera riqueza significa, algo que el pintor pudo descubrir estando sólo en un pueblito de Xochimilco.
0 Comentarios