De Quetzalcóatl a Jesucristo, sincretismo entre deidades



Quetzalcóatl era uno de los dioses más importantes de Mesoamérica. Este dios conocido como la serpiente emplumada es una mezcla entre una serpiente de cascabel y un pájaro y su nombre es una combinación de las palabras en náhuatl derivadas para estas especies, para el quetzal o pájaro emplumado y cóatl o serpiente. 

Entre los mayas este dios era conocido con el nombre de Kukulkan o Ehécatl entre los huastecos del Golfo y fue considerado uno de los más importantes entre su mitología, además de ser considerado como el dios del viento, de la lluvia, creador del mundo y de la humanidad. En la región del centro del país, este dios también era considerado como el guardián de los sacerdotes y los comerciantes, así como el dios del aprendizaje, la ciencia, la agricultura, la artesanía y las artes. En la mitología azteca era el hermano de Tezcatlipoca, Huizilopochtli y Xipe Totec y a menudo se le asocia con Tláloc, el dios de la lluvia.

Esta dios estaba particularmente asociado con el sitio sagrado de Cholula, en el estado de Puebla y además se consideraba  la deidad principal en la cosmovisión del mundo prehispánico, pues al igual que Jesucristo, tenía una faceta como hombre y como dios. Como deidad, Quetzalcóatl creó al mundo y a la humanidad y como hombre, fue el sabio gobernante de Tula, hasta que tuvo que partir al mundo de los muertos, desde dónde resucitó para emprender su partida al cielo. 


Fue por estas y otras coincidencias entre Jesús y Quetzalcóatl, que algunos cronistas trataron de emparentar ambas deidades, haciendo creer a los indígenas que se trataba del  mismo dios, pues por su parte, el dios prehispánico contaba con características similares a Cristo: se oponía de forma renuente a los sacrificios, un dios casto casto, civilizador y con una trayectoria impecable; justo  lo que los evangelizadores y la iglesia católica necesitaban para argumentar que el cristianismo había llegado con antelación de muchos años sobre los españoles al continente americano, pues según registros de testimonios de los indígenas hacia su deidad, se describe sobre la forma en que ellos consideraban la figura de Quetzalcóatl como un hombre honesto y sereno, un hombre que hizo penitencias de ayuno y muy disciplinado al predicar la ley.

Fue de esta y otras formas como se sentaron las bases para idealizar la imagen de un Quetzalcóatl cristiano, una imagen de la cual muy pocos dudaron desde que los españoles comenzaron la conversión de los indígenas al cristianismo, pues mucho de la vida de Quetzalcóatl coincidía claramente con Cristo.

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